Como muchas personas profesionistas que trabajan en excelentes empresas, yo tenía un empleo en una organización de la cual hasta la fecha me siento orgulloso. Sin embargo, en muchas ocasiones me sentí insatisfecho de mi vida profesional, de mi posición (aún cuando era de mucha responsabilidad como deberían ser todas) e inclusive de mi vida personal.
Dentro de mis funciones no se encontraban propiamente el ser instructor (o mejor dicho facilitador) sin embargo me las ingeniaba para ser incluido como tal. Esta preferencia a la fecha ha sido parte del camino que decidí tomar.
Dentro de esta experiencia de facilitar programas en donde a la gente le caen los “veintes”, me tocó facilitar un programa muy interesante relacionado con el tema “Planeación de la Carrera Profesional”. En este programa se revisaban los cambios personales que vamos teniendo en nuestra vida, las circunstancias que nos han llevado a tomar la carrera profesional que tenemos, nuestras creencias, valores, preferencias, etc.
Algo que he aprendido es que para dar cualquier tema, lo primero es creer en él y tener experiencia de vida en ese tema, por lo cual puse en práctica las herramientas utilizadas en el programa que menciono en el párrafo anterior y revisé lo que quería, tenía y podía hacer en relación a mi propia carrera profesional.
Como a muchos de los que han hecho un alto en el camino y se han dado cuenta de que no están en donde querían, me entró la incertidumbre al darme cuenta de que debía provocar un cambio en mi vida profesional y sentí miedo de llevar a cabo ese cambio.
Las bases de mi miedo eran las mismas que las de mucha gente: tener la fortuna de trabajar para una gran empresa, con un buen sueldo y seguridad de recibirlo quincenalmente, estatus, tranquilidad y otros componentes característicos de la denominada zonas de confort. Quede más insatisfecho que antes sabiendo que podía hacer muchas más cosas y no las estaba haciendo.
Impartiendo el programa de “Planeación de la Carrera Profesional”, recibí felicitaciones por mi participación así como comentarios contundentes del tipo: “voy a renunciar porque me di cuenta de que no estoy haciendo lo que quiero y estoy perdiendo el tiempo y se lo estoy haciendo perder a la empresa”.
Por supuesto que me quedaba frío pensando en la valentía ó imprudencia de la persona que me lo había dicho.
Ahora a la distancia y después de haber sido yo el que tomó una decisión similar, me doy cuenta de la imprudencia de haber seguido en una zona de confort habiéndome dado cuenta y sin buscar un cambio en mi vida. He pensado en el avance que hubiera tenido hasta este momento de haber tomado las riendas de mi vida en los albores de mi carrera profesional. (Hubiera es una conjugación del verbo haber, inútil en la vida real).
Actualmente, aunque no ha sido fácil, estoy en el camino que yo quiero y decidí tomar.
En muchas ocasiones me doy cuenta que existen muchas personas que como yo, no están satisfechas con lo que hacen y tienen muchas excusas para no tomar las riendas. A algunas les digo “si no te gusta tu jefe, cambia de jefe” (a la fecha ya he cambiado algunos). Por supuesto no sugiero que lo hagan de manera irresponsable (esto incluye hacer desaparecer al jefe, lo cual aparte del problema legal, nos deja al final con un jefe nuevo, igual o peor que el anterior) sino pensada, planeada e inteligentemente.
El tomar las riendas significa, revisar qué queremos, qué nos gusta, qué podemos y qué sabemos hacer y cuáles son las alternativas que podemos generar. Al final la decisión es nuestra. Y como dice Paulo Coelho “el Universo se confabula” cuando vamos en camino de conseguir lo que queremos y trabajamos en consecuencia.
Tres recomendaciones:
1. Tomar en cuenta a las personas que dependen de nosotros es importante. Cuando tomamos la decisión de qué es lo que queremos de nuestra vida, hay que involucrar a esas personas en el cómo lo vamos a hacer.
2. Buscar el apoyo de un Coach, sobre todo de uno que haya vivido en carne propia este tipo de experiencias.
3. Estar concientes de que el abrir puertas nuevas siempre nos va a cerrar puertas viejas.
Para evolucionar en cualquier ámbito de la vida, no queda más que definir el objetivo y movernos hacia allá.