Hacer preguntas es fácil pero buenas preguntas ya no lo son tanto.
¿Y entonces?
Estos días, si tenemos la fortuna de estar enclaustrados y en condiciones adecuadas de enfrentarnos a nosotros mismos y reflexionar, pensemos en qué preguntas puedo hacermecque signifiquen movernos de nuestra situación actual, cualquiera que esta sea, para buscar un estado superior del ser y del hacer (el tener es una consecuencia).
Generalmente las preguntas que hacemos tienen que ver con algo transaccional: cómo me fue, cuánto logré, cuánto requiero, cómo me siento, cuándo estaré listo; y las preguntas de las que estamos hablando y que mueven son transformacionales: Quién soy, quién quiero ser, qué hago mejor que un millón de personas que represente valor agregado para los demás, qué podría lograr si no tuviera miedo (si es que me enfrento a alguno).
En momentos de reflexión y de autoconocimiento, valdría la pena vernos desde fuera y hacernos aquellas preguntas que seguramente no nos haríamos, y con ellas retarnos positivamente. Aquellas preguntas incómodas que nos hagan salirnos de nuestra zona de seguridad (confort) para ir a la zona de aprendizaje (a veces la zona de pánico) donde somos vulnerables, donde nos damos cuenta qué nos hace falta y qué nos hace avanzar. Donde podamos explotar y sobrevivir usando nuestras fortalezas y no donde sufrimos por nuestras debilidades.