Acctúa – El último coach
Acctúa

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08-09-2017

El último coach

Acctúa

Estaba finalizando la semana de trabajo y yo dando carpetazo a algunos asuntos más bien personales. Escribía un poco de prosa poética. Algo como:
“Era uno de esos momentos en que uno se convierte en cómplice del atardecer al observar como mata al día y tiñe de rojo el cielo para dejar paso a la noche”, cuando alguien tocó a mi puerta.

Era un hombre bien vestido y con aires de importante ejecutivo.
Me preguntó si era el coach del que en algunas empresas le habían hablado tanto (y tan bien diría yo por sus comentarios) y que lograba ayudar a las personas a conseguir sus metas.

Primera sesión

Coach – Efectivamente y gracias por las buenas referencias. ¿En qué puedo servirle?
Cliente – Mire, requiero un coach que me ayude a lograr un solo objetivo, algo fácil pero que requiere de una decisión que no acabo de tomar.
Coach – Me encantará ayudarlo. ¿Le parece que platiquemos?
Cliente – Bien, pues lo que yo quiero es suicidarme, pero quiero hacerlo con toda la elegancia y efectividad posible, sin dejar de tomar en cuenta todos los aspectos.
Mi sorpresa fue grande y me costó trabajo digerir lo que acababa de oír. Pensé que podía ser una broma, pero aquel hombre, como de 50 años y de excelente apariencia, parecía hablar en total uso de sus facultades.
Coach – ¿Le parece que platiquemos de su objetivo?
Cliente – Claro, por eso estoy aquí…¿Qué quiere saber?
Coach – Cuénteme quién es usted
Cliente – Mire, la verdad es que estaba yo seguro de quién era, pero a últimas fechas no lo sé a ciencia cierta. Le puedo decir que soy un hombre de 53 años, ingeniero de profesión, casado con una bella esposa, de la cual estoy enamorado pero con la que tengo poca comunicación. Soy padre de dos hijas hermosas y un hijo encantador que ya están encarrerados en su vida y poco tiempo tienen para mí. Soy dueño de una empresa que genera suficiente utilidad como para mantener muchas familias, pero que ya no me emociona. Soy amigo de muchas personas que ya no puedo ver porque no tengo tiempo debido a mi apretada agenda de negocios.
Coach – Me está describiendo todo lo que hace pero no me ha respondido quién es usted.

Noté un halo de sorpresa en su cara al no aceptar su respuesta como válida. Después de unos momentos de recapacitar, continuó.

Cliente – Soy un hombre solitario que se perdió de tantas cosas por mi apretada agenda de negocios, y que en realidad no sabe quién es.
Coach – Bien. ¿Para qué quiere suicidarse?
Cliente – ¿Para qué?. Pues podría decirle por qué, pero en realidad no me había puesto a pensar para qué. Yo creo que para salir de está tortuosa vida que me ha tocado vivir. Para dejar de tener tantas presiones de ser como los demás requieren de mi que sea, y quizás para dejar de sufrir mi soledad.
Coach – Déjeme entender algo. Me mencionó hace unos momentos acerca de su bella esposa, sus magníficos hijos, la aportación que hace a muchas familias y los amigos que tiene y después me habla de sufrimiento. ¿En que parte todo lo bueno que me dijo cambia para convertirse en malo?
Cliente – Viéndolo desde ese punto de vista parecería que mi vida es sensacional, ¿no?. A lo que me refiero es que la vida me ha dado tantas cosas, sin embargo no he tenido tiempo de disfrutarlas. Por eso, la vida se ha puesto muy triste para mi.
Coach – Dependiendo desde dónde la observe, ¿no es así?
Cliente – Mmm, pues sí. En fin. ¿Puede ayudarme o no? No quiera hacerme cambiar de opinión, ya que me ha costado mucho trabajo decidirme a lograr mi objetivo.
Coach – No es mi intención hacerlo cambiar de opinión, ya que usted es el dueño de sus decisiones. ¿Qué espera de mí como coach?
Cliente – Usted solo tiene preguntas que cuestan trabajo contestar. Me pone a pensar y es realmente de lo que estoy huyendo. En fin, yo podría contestarle para qué lo quiero y es que me interesa no dejar cabos sueltos, por decirlo de alguna manera. Quiero que todo quede perfectamente arreglado para todos los que me rodean, ya que la decisión es mía y no tengo por que perturbar con arreglos a los demás cuando ya suficiente tendrán con entender mi decisión.
Ahora, con respecto a qué espero de usted como coach, me imagino que tenga usted las habilidades para entender todos los recovecos posibles que tengo que arreglar para llevar a buen término mi objetivo. ¿Respondí a su pregunta?
Coach – ¿Está usted convencido de lo que me dijo?
Cliente – Emmm, pues sí.
Coach – Bien. Por lo que veo, suicidándose arreglará de tajo todo lo que me dice. Ahora bien, déjeme preguntarle algo…¿Existiría algunas otras alternativas que dieran resultados similares a lo que usted quiere lograr?
Cliente – Ahí va de nuevo….Pues se me ocurren varias pero tienen que ver con que los demás cambien y a estas alturas creo que la gente no lo hará, ni yo podré obligarlos.
Coach – ¿Está dispuesto a dedicarle el tiempo necesario al proceso de coaching para llegar al mejor resultado?
Cliente – Considerando que será lo último que haga, creo que no tengo prisa.
Coach – Excelente. Me parece que tenemos suficiente por esta sesión. Le voy a dejar tarea. Por favor piense y defina para la siguiente vez que nos veamos, las 3 o 5 cosas que deben quedar arregladas para antes de suicidarse y qué repercusiones traerá su muerte para las personas que lo rodean, las más queridas y la empresa. En otras palabras, imagine cómo debería quedar todo para que usted proceda con sus intenciones y qué pasará en el corto y mediano plazo con la gente que le importa.
Cliente – Está bien. Vine para quitarme la presión y me llevo más trabajo. Lo haré durante los siguientes 8 días y nos vemos en 10, ya que hay un evento de la empresa que no puedo faltar. Son de esas reuniones sociales que todavía me gusta asistir. No todo es tan malo.
Coach – Entonces nos vemos el día 20 a la misma hora aquí en mi oficina, ¿Le parece bien?
Cliente – De acuerdo, nos vemos entonces.

Una vez que se marchó el cliente, pude relajarme y, dicho sea de paso, casi desmayarme. De no ser porque en el coaching manejamos un modelo y nos metemos en el proceso, habría sucumbido en el primer minuto y hubiera tratado de convencerlo de que no lo hiciera. Además cuesta trabajo hablar de la muerte y el suicidio, pero, después de todo, así se llaman.
Me parece que el que necesitaba ahora una sesión de coaching era yo. Aproveché para hacer cita con mi coach ya que necesitaría estar bien afilado para la siguiente sesión.

Pasaron los días y la verdad es que cada uno que acababa y cada cliente que veía, me recordaban mi siguiente cita con “El cliente”. Me decía yo: “¿Se habrá suicidado ya?” “Espero que no”. “Creo que no”. “Ojalá que no….Soy coach, no superhombre y sigo teniendo dudas, temores y quizá no esté preparado para este caso”. De lo que si estaba seguro es que si la decisión de mi cliente estaba bien fundamentada (para él), haría lo que quisiera hacer. La verdad es que sonaba muy duro, pero sin importar el desenlace, no estaría ni bien ni mal. Solo sería así. La vida es perfecta y cada quien la ve cómo quiera verla y desde el punto de vista que elija.

Llegó el esperado y tan temido día de la siguiente cita. En punto de la hora y como buen hombre de negocios, llegó mi cliente, con un fólder perfectamente ordenado con lo que parecía un tratado de negocios.

Segunda sesión

Coach – Buenas tardes, ¿cómo le fue con la tarea?
Cliente – La verdad es que me fui refunfuñando y pensando que era mucho rollo para algo tan sencillo como es quitarme la vida, pero estoy acostumbrado a seguir un proceso para tomar decisiones y actuar en consecuencia. Aquí está todo.
Coach – Vamos a ver, ¿qué definió como las cosas más importantes que quería dejar arregladas antes de quitarse la vida? (yo mismo me soné muy frío, sin embargo no encontré otra forma de ser directo con mi cliente).
Cliente – Que fuerte suena lo que me dice.
Coach – ¿Cómo lo diría usted?
Cliente – ¿Partir, evadir, escapar?…. Creo que suena débil ahora ¿no?
Coach – ¿Le parece?, ¿Qué le dice a usted esta reflexión que acaba de hacer?
Cliente – De entrada que parece que quiero escapar. Luego que tengo que estar bien seguro de que es la mejor decisión. Pero, como le dije antes, ya tomé mi decisión y espero que no me haga cambiar de opinión.
Coach – No pretendo convencerlo, pero si que usted se convenza de que lo que decida sea lo que cumpla lo que quiere obtener.
Cliente – Bueno, bueno, pasemos a revisar mi tarea. Encontré 3 imperativos estratégicos dentro de lo que quiero dejar arreglado:
1. Que mi familia quede protegida económicamente.
2. Que la empresa siga funcionando bajo la visión que tengo de ella, a favor de la gente que trabaja para mí.
3. Que todos a mi alrededor estén seguros de que fui un excelente amigo, compañero, jefe, líder y por supuesto, esposo y padre.
Coach -Suena bien. ¿Qué ha pensado hacer para que todo ello quede tal como lo pensó y cómo sabrá que se lograron esos “imperativos” como usted los llama?
Cliente – No le digo, usted me sigue complicando la existencia. En una de esas no le pago y me voy antes…..Era broma. La verdad es que estoy encontrando muchas cosas que no había pensado realmente.
En la parte económica, tengo que arreglar todos los papeles necesarios como seguros, testamentos, acciones de la empresa, regalías, etc. En cuanto a la empresa, dejar los poderes, sesiones, instrucciones, personas a cargo y demás menesteres. En lo relacionado con las personas que me rodean, hablar con ellos para dejarles ver mi situación para que no les sorprenda.
Coach – Me parece muy adecuado. Solo algunas preguntas.
La parte administrativa la conoce usted mejor que yo, sin embargo me gustaría saber
¿qué tiene pensado hacer y decirle a su gente para que sepan que su decisión es la más adecuada?
Cliente – Me agarró con los dedos en la puerta… Suena a que me tengo que poner como víctima y la verdad es que nunca lo he sido y aborrezco a los que se tiran al piso para que otros lo levanten. Creo que más bien tendría que hablar con cada uno de ellos y decirles lo que siento y pienso.
Coach – ¿Qué le diría por ejemplo a su esposa y a sus hijos, e inclusive a sus colaboradores?
Cliente – A mi familia que me agrada estar con ellos y que no les he dedicado el tiempo y espacio que yo quisiera. Adelantándome a sus preguntas, haría algo similar con mis amigos y quizá con algunos de los colaboradores. Quizá hasta hablaría de un tema profundo relacionado con el valor del tiempo, en la siguiente reunión de la empresa.
Coach – ¿Cuándo lo hará?
Cliente – Luego luego la presión… La próxima semana con mi familia, uno por uno y la otra semana con algunos elegidos, los más importantes para mí. A la compañía, en la fiesta de año nuevo.
Coach – Aquí lo anoto en mi bitácora para tenerlo presente. ¿Me avisa las fechas exactas para cada plática por favor? Le voy a llamar pasando las citas para ver cómo le fue. ¿Le parece?
Cliente – Si le digo que no, me va a entrar la desesperación de contarle, así que, sí, está bien. Le llamo para darle las fechas.
Coach – Por correo me puede enviar las fechas, no se preocupe.
Cliente – Bien.
Coach – El tiempo nos vuelve a ganar. Nos quedarán dos pendientes: los resultados de sus entrevistas y la otra parte de la tarea, las repercusiones que traerán para sus personas más queridas y la empresa su suicidio.
Cliente – Nos vemos entonces en diez días a la misma hora y lugar.
Coach – ¿Le parece que cambiemos de hora y lugar? Propongo que caminemos por el parque de aquí enfrente por la mañana, justo al amanecer.
Cliente – Se me hace extraño salir de su oficina para tratar estos asuntos, pero usted es el coach.
Coach – ¿Qué le parece extraño?
Cliente – Que creo que los asuntos importantes se tratan de manera formal.
Coach – ¿Su familia es importante?
Cliente – Por supuesto
Coach – ¿Cuándo tiene que hablar con ellos de un tema que a usted le parece importante los cita en su oficina para darle formalidad?
Cliente – Claro que no, no tiene que ver la formalidad con la oficina……ahhh, ahora entiendo. Yo solo me reflejé, como dicen los psicólogos ¿no es así?
Coach – Podría decirse que se nos olvida que hay muchas maneras de ver las cosas. Nos vemos entonces. Yo le llamo en cuanto me envíe las fechas de las entrevistas.
Cliente – Hasta entonces.

Caramba, cuántas cosas aprende uno de los demás. Yo mismo me daba coaching cada vez que preguntaba cosas para hacer reflexionar a alguien y yo mismo me respondía. No cabe duda que uno pregunta lo que uno mismo requiere responderse.

Mi cliente me llamó para darme las fechas, en lugar de enviarme el correo. Eso me dice que le importa la parte personal más de lo que él piensa.

Justo al día siguiente de haber terminado sus entrevistas con sus seres cercanos, le llamé.

Tercera sesión (telefónica)

Coach – Que tal buenos días, ¿qué hallazgos hizo con sus entrevistas?
Cliente – ¿Por qué pregunta tan diferente a los demás? Pensé que me preguntaría ¿cómo le fue? Me es más difícil contestarle así, ya que tengo que pensar más, aunque ya entendí que de eso se trata.
Bien, pues encontré que mi esposa estaba esperando poder hablar conmigo para decirme lo mismo que yo quería decirle: justo que notaba que nuestra comunicación estaba atorada y que requeríamos hacer algo para mejorarla. Que quería decirme tantas cosas que pensaba y que sentía, pero que siempre me veía muy ocupado y preocupado. La verdad es que cambiaron muchas apreciaciones que yo tenía de nuestra relación. Ya hasta quedamos en tomar días de escapada para continuar nuestra antigua costumbre de desayunar e ir a la matinée del cine. Con mis hijos logré insertarme en sus agendas y entendí que nunca les había pedido que habláramos. Me dijeron todos que el que no tenía tiempo era yo y que en verdad ellos habían hecho un esfuerzo muy grande para no interrumpirme en mis apretadas citas de negocios. Ya tenemos fechas para los siguientes meses para dedicarnos tiempo juntos y con cada uno.
En cuanto a mis amigos, se les hizo raro que yo los llamara. Ellos solían dejarme recados y yo por alguna razón nunca les regresaba las llamadas. Me propuse con ellos que no dejaría ninguna llamada por contestar. Esto incluye a mis colaboradores más cercanos. Inclusive encontré que muchos de ellos, si no es que todos, se mueven mucho mejor sin mi supervisión. Creo que la compañía funcionaría mejor sin mí, ya que ahora lo hace a pesar de mí.
En verdad estoy sorprendido de todo lo que encontré. Me siento satisfecho. Me parece que de suicidarme, nada pasará con la empresa.
Coach – Excelentes hallazgos. Creo que con lo que platicamos es suficiente. Nos vemos en la siguiente cita en el parque.
Cliente – Muy bien, me parece que tengo mucho material para platicar. Nos vemos.
Coach – Hasta entonces.

Cuarta sesión

Pasado el tiempo, llegó el día de la caminata al amanecer. Como siempre, mi cliente cumplió con su agenda y llegó justo a la hora acordada. La verdad es que me costó trabajo levantarme y alistarme, por que además, hacía algo de frío. En fin, este trabajo me encanta y valió la pena ver el comienzo de un excelente día.

Cliente – Buenos días coach.
Coach – Buenos días coachee.
Cliente – A caray, ¿qué significa eso que suena tan raro?
Coach – Es una denominación que utilizan algunos coaches para llamar a sus clientes. La verdad es que ya se les dice clientes, pero de cuando en cuando lo sigo utilizando.
Cliente – Bien. Oiga, hacía mucho que no salía a ver un amanecer y me encanta. Gracias por cambiarme el panorama.
Coach – La verdad es que la vida sigue siendo la misma, pero nosotros nos encargamos de achacarle cosas que solo corresponden a nuestra interpretación. Recuerde aquello que dice “en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira”. No sé si es exacto, pero recuerdo que mi papá así me lo decía. Ya me platicó que pasó con sus entrevistas y tengo una pregunta que hacerle, tomando una frase que usted mismo me dijo la ocasión anterior. Me refiero a que mencionó que la empresa funciona a pesar de usted, por lo que le pregunto ¿Qué le impide salirse de la empresa y dejar que trabaje sin usted?
Cliente – Me encanta que toma lo que yo mismo digo para agarrarme en curva. La verdad es que estuve pensando algo similar y creo que nada me lo impide. Sigo siendo el accionista mayoritario y dinero no me faltará, pero presiones sí, aunque estas últimas no las voy a extrañar.
Coach – ¿No eran esta parte de sus argumentos para suicidarse?
Cliente – De nuevo cachetada con guante blanco.
Coach – Antes que me diga algo, termine de platicarme su tarea pendiente. ¿De que manera afectará en el corto y el mediano plazo a sus seres queridos el que usted muera por su propia decisión?
Cliente – Habiendo platicado con ellos, estoy seguro de que en mucho. El que no estaba al alcance era yo, no ellos. La verdad es que no me di cuenta de esto hasta que comenzamos a trabajar en el coaching.
Coach – Una pregunta más ¿Si en la empresa tiene un sustituto para que siga funcionado, lo tiene para su familia y sus amigos?

Después de un largo silencio y lágrimas que brotaron fluidamente, el coachee se me quedó mirando y me dijo con una mirada de agradecimiento:

Cliente – Definitivamente no. En verdad me di cuenta de que en mi vida no había soledad sino desolación. Sí me gusta estar solo, pero siempre tuve miedo de estarlo y por eso me llenaba de citas. Era una forma de evitar enfrentar las cosas que no había resuelto en mi vida personal. Yo pensé que debía trabajar para todos los que me rodeaban y que ellos estuvieran bien. Pero me olvidé que lo más importante es lo que uno es y no lo que hace o tiene. Me comencé a dar cuenta cuando no pude contestar su pregunta de quién era yo. Eso fue lo que aprendí de mi padre o quizá lo que observé que hacía sin entender para qué lo hacía. Quizá el mismo enfrentó lo que yo, aunque el solo siguió trabajando hasta que un día murió trabajando para los demás sin disfrutar estar con los suyos.
Coach – ¿Cuál es su decisión en relación a su objetivo inicial y por el cual buscó mi ayuda?
Cliente – Voy a completar mi objetivo.

Con ojos de sorpresa y obvia preocupación, le dije a mi cliente:
Coach – ¿Perdón?

Con una risa estruendosa y secándose las lágrimas, mi cliente dijo:

Cliente – No se asuste coach. Lo que quiero decir es que completaré mi objetivo inicial pero con una variación. Me voy a suicidar de la empresa para dedicarme a lo que he descuidado: Mi familia, mis amigos y por supuesto, a mí mismo. Es como comenzar una nueva vida matando las presiones.
Coach – No me asuste, que soy muy centrado y objetivo pero antes que nada amo la vida.
Cliente – Hablando de eso, quiero hacerle ahora yo una pregunta ¿Por qué aceptó trabajar conmigo si como usted mismo dice, ama la vida y yo buscaba quitármela?, ¿No va eso en contra de sus valores y creencias?
Coach – Muy buena pregunta, me parece que ya va aprendiendo del coaching. Pues bien, cuando vino conmigo pensé que estaba muy decidido a llevar a cabo su objetivo y que si aceptaba tal encomienda de acompañarlo en el proceso, tendría una oportunidad de que se diera cuenta de lo que se perdería y que podría cambiar de parecer. Pensé que si no lo aceptaba, se quitaría la vida y yo no habría hecho algo.
Cliente – Pues bien coach, déjeme decirle algo. Antes que usted visité a otros coaches y ninguno quiso “entrarle” al proceso. De hecho, usted sería el último coach que vería. Tiene usted razón. De no haber aceptado ayudarme, hubiera completado mi objetivo.
Gracias coach. De ahora en adelante, usted será el coach de todos los ejecutivos de mi organización.

Semanas después, mi cliente y yo hicimos una sesión de cierre en donde le recomendé algunas cosas para hacer y leer. Me sorprendió grandemente que mi cliente ya había despegado. Esto de la intención de suicidarse realmente se cumplió ya que parecía que había renacido a una mejor vida, en donde la presión auto infligida dejó de ser una costumbre.

Este proceso de coaching pasó a ser parte de mis expedientes confidenciales, sin embargo, también se convirtió en una de las experiencias más reconfortantes y extraordinarias de mis vivencias como coach. De hecho, sigo agradeciendo haber sido “el último coach”.